En realidad el protagonista
comienza su carrera como fotógrafo antropológico, pero debido al contexto se ve
involucrado dentro de la guerra de Sudáfrica. Los fotógrafos de guerra son
quienes nos enseñan gráficamente el espanto y arriesgan como nadie la vida en
el empeño. De todos los testigos de la espeluznante realidad bélica, el
fotógrafo es el único que debe prestar una “doble atención” en todo momento.
Sin embargo, a veces le dan más atención al encuadre que a su propia seguridad,
tal y como se ve en la primera escena, cuando el fotógrafo busca el encuadre perfecto
mientras las balas silban a su alrededor.
En cuanto a las técnicas de
trabajo, vemos como el fotorreportero debe saber manejar su cámara en todo
momento y hacerle los ajustes necesarios, rápidos para no perderse nada. Las
cámaras que más aparecen en la película son de la marca Nikon. Una escena muy
interesante es cuando el fotógrafo le pide a su novia que le ayude a iluminar a
un muerto con una lámpara, buscando la luz perfecta en interiores.
En cuanto al dilema ético, la
película nos plantea una pregunta a nosotros ¿un fotoperiodista debe de
tomar parte en los acontecimientos o simplemente documentar lo que está
sucediendo? Personalmente considero que no es ético involucrarse en guerras
ajenas, pero tampoco debemos permanecer indiferentes a lo que ocurre a nuestro
alrededor. Yo, en lugar de Kevin Carter, hubiera llevado al niño de vuelta con
su tribu para proporcionarle ayuda (después de realizarle varias fotos).
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